Donde se ponga una buena corrida que se quite el fútbol... y los toros.
Ayer, todos los medios de comunicación se hacían eco de una noticia que sacudía las conciencias y amilanaba los ánimos de muchísimas personas amantes de los festejos nacionales.
En Cabanillas, un municipio de Navarra, un joven de 16 años fue arrollado por un cabestro durante el encierro de unas vaquillas. El impacto del cabestro fue tan brutal que el chico fue prácticamente reventado.
El pasado mes de Julio, durante los San Fermines 2009, otro joven fue empitonado por un toro de lidia, le propino una cornada en el cuello y le produjo la muerte casi al instante. Otros muchos participantes en ese encierro también fueron heridos y brutalmente corneados, pisoteados y aplastados por la muchedumbre.
El largo debate que siempre se genera con este tipo de acontecimientos, es aburrido tedioso y soporífero. Los defensores de los derechos de los animales gritan hasta desgañitarse que estos festejos no son más que crueles maltratos a los animales enmascarados bajo tradiciones centenarias. Los defensores de los festejos sostienen que no debemos perder nuestras raíces firmemente arraigadas en lo más profundo de nuestra negra piel de toro. ¡Y que quede claro que aquí a los animales no se les maltrata!, se les escucha decir a algún “concejalillo” de cultura cuando se le pone una alcachofa para algún medio de comunicación. Aquí, de maltrato nada de nada, ehh.
El toro “Embolao” es un festejo muy tradicional en nuestra España. Consiste en ponerle a un toro dos bolas de fuego en los pitones y soltarlo por las calles, donde una muchedumbre, buena parte de ella con serios brotes de embriaguez , corren delante de el y le tiran del rabo o lo golpean o les hacen lo que les salgade la mismísima polla de las narices.
El toro corre despavorido e intenta deshacerse de las bolas de fuego que prenden de sus astas a la par que va haciendo frente a cuantas personas le van fustigando con varas, tirándole piedras, latas de cerveza,. Una señora entrada en años vi en una ocasión apalear a un toro con el mocho de una fregona.
Posiblemente esta noble tradición tan arraigada en nuestro país tenga sus orígenes en alguna de las muchas tabernas que siempre han culturizado tanto a nuestros antepasados, y no es de extrañar que una noche de un caluroso mes de agosto hartos de beber chatos de vino, los cuatro anormales de algún pueblucho donde ni siquiera figuraba en el mapa, decidieron divertirse con un toro que estaría ahí pastando en algún corralón. Se divertirían tanto los cuatro anormales que al año siguiente decidieron volver a hacerlo. Y así es como nace una tradición. Seguramente si buscáramos los orígenes de muchas de esas tradiciones, no diferirían mucho del ejemplo aquí expuesto.
Este mediodía salían en los medios de comunicación entrevistas realizadas a los vecinos del chico navarro muerto ayer. Todos estaban consternados y relataban con lágrimas en los ojos lo buen chico que era.
Todos vosotros y todos vuestros dirigentes municipales, regionales y nacionales, sois cómplices de la muerte de ese chico. Si encendéis la mecha de una bomba en medio de una muchedumbre, la noticia no es que haya una muerte, la noticia es que milagrosamente se han salvado numerosas personas de una muerte anunciada.
Ayer, todos los medios de comunicación se hacían eco de una noticia que sacudía las conciencias y amilanaba los ánimos de muchísimas personas amantes de los festejos nacionales.
En Cabanillas, un municipio de Navarra, un joven de 16 años fue arrollado por un cabestro durante el encierro de unas vaquillas. El impacto del cabestro fue tan brutal que el chico fue prácticamente reventado.
El pasado mes de Julio, durante los San Fermines 2009, otro joven fue empitonado por un toro de lidia, le propino una cornada en el cuello y le produjo la muerte casi al instante. Otros muchos participantes en ese encierro también fueron heridos y brutalmente corneados, pisoteados y aplastados por la muchedumbre.
El largo debate que siempre se genera con este tipo de acontecimientos, es aburrido tedioso y soporífero. Los defensores de los derechos de los animales gritan hasta desgañitarse que estos festejos no son más que crueles maltratos a los animales enmascarados bajo tradiciones centenarias. Los defensores de los festejos sostienen que no debemos perder nuestras raíces firmemente arraigadas en lo más profundo de nuestra negra piel de toro. ¡Y que quede claro que aquí a los animales no se les maltrata!, se les escucha decir a algún “concejalillo” de cultura cuando se le pone una alcachofa para algún medio de comunicación. Aquí, de maltrato nada de nada, ehh.
El toro “Embolao” es un festejo muy tradicional en nuestra España. Consiste en ponerle a un toro dos bolas de fuego en los pitones y soltarlo por las calles, donde una muchedumbre, buena parte de ella con serios brotes de embriaguez , corren delante de el y le tiran del rabo o lo golpean o les hacen lo que les salga
El toro corre despavorido e intenta deshacerse de las bolas de fuego que prenden de sus astas a la par que va haciendo frente a cuantas personas le van fustigando con varas, tirándole piedras, latas de cerveza,. Una señora entrada en años vi en una ocasión apalear a un toro con el mocho de una fregona.
Posiblemente esta noble tradición tan arraigada en nuestro país tenga sus orígenes en alguna de las muchas tabernas que siempre han culturizado tanto a nuestros antepasados, y no es de extrañar que una noche de un caluroso mes de agosto hartos de beber chatos de vino, los cuatro anormales de algún pueblucho donde ni siquiera figuraba en el mapa, decidieron divertirse con un toro que estaría ahí pastando en algún corralón. Se divertirían tanto los cuatro anormales que al año siguiente decidieron volver a hacerlo. Y así es como nace una tradición. Seguramente si buscáramos los orígenes de muchas de esas tradiciones, no diferirían mucho del ejemplo aquí expuesto.
Este mediodía salían en los medios de comunicación entrevistas realizadas a los vecinos del chico navarro muerto ayer. Todos estaban consternados y relataban con lágrimas en los ojos lo buen chico que era.
Todos vosotros y todos vuestros dirigentes municipales, regionales y nacionales, sois cómplices de la muerte de ese chico. Si encendéis la mecha de una bomba en medio de una muchedumbre, la noticia no es que haya una muerte, la noticia es que milagrosamente se han salvado numerosas personas de una muerte anunciada.
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