Estamos tan acostumbrados a utilizar nuestros sentidos en el mundo virtual que nuestros instintos se han especializado en analizar palabras escritas, risas sin sonido, silencios, ausencias, emoticonos, “caídas” de red…
En este terreno hemos aprendido tanto que somos casi infalibles, hemos llegado a desarrollar nuevas estrategias para formar impresiones de forma paciente, pero a la vez rápidas. Conseguimos averiguar en unas pocas sesiones de msn si la persona que tenemos al otro lado de la pantalla “nos cuadra” o si está como una regadera, incluso nos parece intuir si nos está engañando. Catalogamos a nuestro interlocutor de encantador, calentona, broncas, salido, etc,... en muy pocos minutos. La verdad es que, en un tanto por ciento alto, nos podemos equivocar, no cabe duda, pero nuestra capacidad de reacción es ágil y bastará con un “no admitido” o en casos más extremos un rotundo “eliminado”, para deshacernos del vínculo creado.
En el mundo analógico, nos tenemos que relacionar como si estuviéramos representando una obra de teatro. Tenemos que interactuar con el entorno social todo el tiempo, potenciando aspectos de nuestra identidad para que nos valoren positivamente los que nos rodean, con el fin de agradarles. En este mundo también nos damos mucha prisa (dicen que entre 8 y 10 segundos) en formar nuestras propias impresiones de la persona que tenemos delante, analizándola para registrar e interpretar la información que nos está proporcionando. Pero si en el mundo virtual carecemos de este tipo de información, la sustituimos por otra similar, es decir a falta de ojos para ratificar tendemos a dar por bueno el dato y nos confiamos, pero no ingenuamente porque sabemos que este tipo de relaciones que establecemos en la Web pueden resultar en muchas ocasiones, un fracaso. ¡Casi nunca bajamos la guardia!.
Algo que sí te puede ocurrir por ahí fuera:
"Una fría noche de invierno abrigad@ al amparo de la barra de un bar, compartiendo una copa mecid@ por el ritmo de melodías que parecen perfectas para la ocasión, entre risas cómplices y roces sutiles crees estar cómod@ y relajad@ disfrutando de un momento especial fuera de tu mundo digital, pero… ¡Ep! algo te saca de la película, oyes una voz amiga que en tono de burla y como advertencia te susurra al oído: ¿Pero que haces hablando con es@? ¿No sabes que está fatal de la cabeza?... Se encienden las luces, para la música, pagas al camarero y te vas a casa pensando ¿Cuántas de estas sesiones analógicas hubieras necesitado para darte cuenta?".
Descubres que tu ingenuidad casi está virgen cuando se trata de moverte por espacios auténticamente físicos, esos que has ido sustituyendo paulatinamente por nuevos escenarios online. Y por una parte te alegras de descubrir que si en el planeta 1 de cada 4 personas tendrá alguna enfermedad mental, no necesariamente tienen que ser siempre los que campan a sus anchas por tu ordenador.
0 comentarios:
Publicar un comentario