martes, 24 de noviembre de 2009

Voronoff, el SIDA y el elixir de la eterna juventud




La teoría de que el virus que ocasiona el SIDA fue transmitido del mono a los humanos, parece que la comunidad científica la ha acogido como la más plausible.

Hasta la fecha no han encontrado cual fue el modo de dar el salto a los humanos, pero se barajaban dos posibilidades. La primera; mediante el consumo de carne de mono. La segunda; mediante relaciones sexuales… ¿o hay quizás una tercera?

En 1999 en The Lancet (una revista médica británica) salía publicado un articulo donde se decía que; los parisinos podrían haber sido contagiados por el VIH, a través de las glándulas testiculares de los monos.

Se referían a las famosas investigaciones del profesor Serge Voronoff, Profesor de cirugía experimentar que en la década de los años 20 utilizaba los testículos de los criminales ejecutados  para injertarlos en hombres de avanzada edad en busca de la clave del envejecimiento.

Serge Abrahamovitch Voronoff. Este ruso (que creció en Francia), mostraría desde pequeño su gran pasión por la ciencia, hasta que a finales del siglo XIX se mudó a Egipto, donde durante mucho tiempo, se dedicó a la plena observación del comportamiento de eunucos o castrados. Según Voronoff, al observarlos con detenimiento, comprobaba que la extirpación de sus testículos les había causado directamente un gran debilitamiento físico. Esto le llevó a experimentar durante años con la realización de implantes. Por entonces, ya se creía que la clave del envejecimiento se encontraba en las glándulas sexuales.

A su regreso a  Francia (en 1920) Voronoff tras la escasez de materia prima proveniente de los presos ajusticiados, realiza su primer xenotransplante (transplante de animal a humano) utilizando los testículos de un chimpancé para después injertarlos en un escroto humano.

El propio Voronoff relataba en sus manuscritos con notable exaltación ese primer éxito de sus investigaciones.

El paciente tiene 71 años y un aspecto lamentable: mejillas caídas, profusas arrugas, ojos mortecinos y sin brillo, fatiga y rechazo a todo esfuerzo físico. Carece además de apetito y se queja de frío incluso aquellos días cuando el calor es insoportable.

Al intervenirlo le he injertado los testículos de un enorme mono cinocéfalo, los que he dividido en 8 partes alrededor de sus propios testículos. A los 23 días el paciente me relata su primera erección tras 10 años de impotencia. Las que se repetirían luego con increíble frecuencia sumiéndolo en un júbilo que solo recordar me emociona

“Se produjo en él un cambio completo y sorprendente. Su cuerpo se enderezó, los músculos del rostro recobraron su fuerza, el ojo se hizo vivaz y muestra un asombroso aire de juventud, de vigor y de energía. Su aspecto para tener 71 años es excelente: el pecho alto, el pelo tupido y negro, las arrugas menos pronunciadas. Todo esto contrasta de modo casi trágico con las imágenes en las cuales aparece retratado meses antes: escaso pelo, expresión de cansancio, encorvado, en suma: senil.


La noticia se propago por toda Europa y Voronoff fue laureado por todos sus colegas e incluso la prestigiosa revista “Time” alabaría su hazaña.

Gracias a su campaña publicitaria, la operación de “rejuvenecimiento” se hace tan popular que hacia 1930 son miles los caballeros de todo el mundo que se pasean con los testículos de un primate entre las piernas. La demanda de gónadas es tal, que Serge Voronoff planea construir un gran parque con chimpancés y babuinos para mantener el suministro.

Pasaron los años. Voronoff escribio un libro en el cual daría aliento a cientos de millonarios aquejados de impotencia. Abriría su clínica especializada y su granja de monos en Italia. Hasta que poco a poco se fueron fraguando criticas entre los estudiosos del tema, reprochando el pobre seguimiento que hacía de los pacientes y comenzó a sonar y a caer como una losa la palabra “Efecto placebo”.

Voronoff vería como la ola de alabanzas se había tornado rápidamente en su contra, y sobretodo, los recientes estudios sobre la testosterona, serían la gran puntilla en la teoría de Voronoff. Deprimido y derrotado, este moriría a finales del 1951 en Suiza a causa de las serias complicaciones acarreadas por una caída.

Más tarde, se llegó a decir incluso que Voronoff habría sido el responsable del contagio del SIDA a los humanos.

Fuere lo que fuere, Voronoff aportó valentía a los rudimentarios esquemas científicos de la época. Si fue placebo o no, nunca lo sabremos pero sobre todo Voronoff aportó evolución. Porque ya se sabe, sin valentía ni evolución no existe el progreso


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