Una embriaguez mental, un desequilibrio emocional, un trastorno pasajero…
Ser rebelde en los tiempos que corren no es tarea fácil. No lo es, no.
Siempre puedes salir a la calle y quemar unos cuantos containers. Tatuarte, implantarte vestirte con un determinado tipo de ropa, unas determinadas zapatillas o incluso escuchar ese tipo de música alternativa que al final acaba vendiéndose como unas putas rosquillas de anís. Incluso puedes luchar contra las multinacionales que explotan a esos niños que fabrican tus zapatillas. Pero así no serás un rebelde. A lo mucho serás un “revolucionario” o un inconformista. Los inconformistas son productos del sistema y como tal, fáciles de manipular.
Los revolucionarios luchan destruyen vencen y se quedan en el poder. Utilizan a los inconformistas para llegar hasta el. El poder cambia de manos pero se sostiene en los mismos pilares.
El rebelde no encaja dentro de las tribus urbanas. Él es un ser original, un ser verdadero. No es una pose. Él no sigue a nadie. Se rige por su propia doctrina, por su propia realidad, no se deja arrastrar por las masas ni sigue a nadie. Intenta hacer el bien o luchar contra las injusticias desde su personal percepción de la vida. El sistema no lo puede manipular.
Ser rebelde no sale gratis. A menudo el coste es muy elevado. La locura y la muerte dejan paso a las frustraciones que planean sobre sus cabezas. Es el precio que has de pagar por ser tú mismo.
Abajo el video causante de tan sesuda reflexión.
Información adicional: Mantengalarebeldiafueradelalcanceydelavistadelosniños
Noutilicelarebeldiadespuesdelafechadecaducidadqueapareceenlosplieguesdesuscojones
Noconservaratemperaturasuperiordetreintaysietegradosoharaqueleexplotelavenadelcuello
Larebeldianosedebetirarporlosdesaguesnialabasurapregunteasuotroyocomohacerlo.
0 comentarios:
Publicar un comentario