Vamos a dejar a un lado la invasión sovietica en Afganistán. Vamos a dejar a un lado los tejemanejes de la CIA y sus financiaciones a la Al Qaeda de Osama Bin Laden. Dejaremos a un lado el régimen Taliban y pasaremos de Bush, de Blair y de “Ansar”.
Todos esos polvos, posiblemente trajeron estos lodos de desesperanza, caos y sin sentido en lo que se ha convertido Afganistán, la Afganistán del siglo XXI.
El 90 por ciento de la heroína que se consume en todo el mundo procede de Afganistán.
El Opio es el producto nacional de Afganistán y el motor de su economía. Talibanes, “señores de la guerra” y los mas altos cargos del gobierno como el hermano del presidente del país el gobernador de Kandahar, Ahmed Wali Karzai, son los principales grupos de poder que se lucran del negocio de la droga.
Se estima en más de un millón de drogadictos los que deambulan por las calles de Afganistán. Solo en el centro de Kabul, (su capital) se agolpan más de dos mil toxicómanos. Se concentran en fantasmagóricos edificios derruidos por las bombas y las balas, como el antiguo Centro Cultural Ruso, un edificio multiusos de la época soviética. Por sus salas que antaño acogían exposiciones y actuaciones teatrales, ahora inundadas de basura, vagan cientos de yonkis escuálidos donde se inyectan y fuman la heroína.
El precio de la heroína oscila en los 0,75 céntimos de euro el gramo. Aunque insultantemente barata para las occidentales, los afganos se ven abocados a delinquir o a la mendicidad para poder pagarse su adicción.
Sulaiman, un antiguo médico de 45 años que trabajaba como especialista en tuberculosis, explicaba a unos reporteros que; necesito cuatro gramos de heroína diarios, que me cuestan unos 200 afganis (3,17 euros). Sulaiman tuvo que emigrar a Irán durante la guerra civil que enfrentó a los muyahidines a principios de los 90.
Condenados a la adicción.
En la capital, Kabul, solo existen 20 camas en el único centro estatal que hay para tratar a los drogadictos. Su programa de desintoxicación consiste en unos pocos calmantes, sedantes y duchas de agua fría para combatir el mono. Acurrucados en mugrientas mantas han de desalojar la cama a los 10 o 12 días. La posibilidad de que estos drogadictos no recaigan es remota.
A los drogadictos afganos les resulta más rentable seguir con su adicción que pagarse un tratamiento de desintoxicación en una clínica privada. Allí un tratamiento medianamente en condiciones les puede costar entre 6 y 7000 euros.
Aunque relativamente baja aun, la tasa de portadores del VIH empieza a ascender (hay varios millares de casos registrados). El Sida como en la mayoría de países islámicos es un tema tabú y son muy pocas las personas que acceden a realizarse las pruebas del VIH, pero según ONUSIDA debido a las nulas condiciones de asepsia el uso compartido de las jeringuillas y la no utilización del preservativo, puede estar gestándose un polvorín que salpicaría a toda asía central.
Afganistán, auténtico cruce de caminos entre Oriente y Occidente, privilegiado emplazamiento en medio de las rutas petrolíferas, le hace ser un país muy codiciado por las grandes potencias, así lo supuso la antigua URSS y así lo cree el pentágono. Con los dos ha librado grandes guerras y feroces batallas, ahora le toca librar otra, quizás la más ardua de todas, una guerra que no se combate con minas antipersonal ni con viejos kalashnikov.
Todos esos polvos, posiblemente trajeron estos lodos de desesperanza, caos y sin sentido en lo que se ha convertido Afganistán, la Afganistán del siglo XXI.
El 90 por ciento de la heroína que se consume en todo el mundo procede de Afganistán.
El Opio es el producto nacional de Afganistán y el motor de su economía. Talibanes, “señores de la guerra” y los mas altos cargos del gobierno como el hermano del presidente del país el gobernador de Kandahar, Ahmed Wali Karzai, son los principales grupos de poder que se lucran del negocio de la droga.
Se estima en más de un millón de drogadictos los que deambulan por las calles de Afganistán. Solo en el centro de Kabul, (su capital) se agolpan más de dos mil toxicómanos. Se concentran en fantasmagóricos edificios derruidos por las bombas y las balas, como el antiguo Centro Cultural Ruso, un edificio multiusos de la época soviética. Por sus salas que antaño acogían exposiciones y actuaciones teatrales, ahora inundadas de basura, vagan cientos de yonkis escuálidos donde se inyectan y fuman la heroína.
El precio de la heroína oscila en los 0,75 céntimos de euro el gramo. Aunque insultantemente barata para las occidentales, los afganos se ven abocados a delinquir o a la mendicidad para poder pagarse su adicción.
Sulaiman, un antiguo médico de 45 años que trabajaba como especialista en tuberculosis, explicaba a unos reporteros que; necesito cuatro gramos de heroína diarios, que me cuestan unos 200 afganis (3,17 euros). Sulaiman tuvo que emigrar a Irán durante la guerra civil que enfrentó a los muyahidines a principios de los 90.
Condenados a la adicción.
En la capital, Kabul, solo existen 20 camas en el único centro estatal que hay para tratar a los drogadictos. Su programa de desintoxicación consiste en unos pocos calmantes, sedantes y duchas de agua fría para combatir el mono. Acurrucados en mugrientas mantas han de desalojar la cama a los 10 o 12 días. La posibilidad de que estos drogadictos no recaigan es remota.
A los drogadictos afganos les resulta más rentable seguir con su adicción que pagarse un tratamiento de desintoxicación en una clínica privada. Allí un tratamiento medianamente en condiciones les puede costar entre 6 y 7000 euros.
Aunque relativamente baja aun, la tasa de portadores del VIH empieza a ascender (hay varios millares de casos registrados). El Sida como en la mayoría de países islámicos es un tema tabú y son muy pocas las personas que acceden a realizarse las pruebas del VIH, pero según ONUSIDA debido a las nulas condiciones de asepsia el uso compartido de las jeringuillas y la no utilización del preservativo, puede estar gestándose un polvorín que salpicaría a toda asía central.
Afganistán, auténtico cruce de caminos entre Oriente y Occidente, privilegiado emplazamiento en medio de las rutas petrolíferas, le hace ser un país muy codiciado por las grandes potencias, así lo supuso la antigua URSS y así lo cree el pentágono. Con los dos ha librado grandes guerras y feroces batallas, ahora le toca librar otra, quizás la más ardua de todas, una guerra que no se combate con minas antipersonal ni con viejos kalashnikov.
1 comentarios:
Si el blog estuviera en un ranking tendría que estar el primero, es increíble lo bien que se redactan las noticas. Enhorabuena.
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