martes, 9 de junio de 2009

Aparición Mariana del pequeño saltamontes


Ayer noche, mientras terminaba de ver una película tumbado en mi sillón, se me fue la mirada a una pintura que tengo colgada en la pared, justo detrás de la pantalla de la televisión.

Es una pintura grande, bastante grande. A veces dependiendo de la iluminación se pueden apreciar formas o manchas que te sugieren; caras, cuerpos, paisajes o infinidad de figuras. Es algo parecido a lo que ocurren con las nubes en el cielo.

Me pareció ver una figura. Era la figura de un hombre caminando hacia mí. Llevaba unas ropas harapientas, macuto cruzado al torso y un sombrero calado en su cabeza bastante raído.

De repente esa imagen se iluminó y un potente haz de luz salió del cuadro y resplandeció por todo el comedor de mi casa. No me lo podía creer, estaba saliendo del cuadro…la imagen salía del cuadro en forma de haces luminosos, no estaba soñando, era real, estaba pasando ahí delante de mis ojos… ¡Ayyy díosss!!

La tele se paró y el haz de luz se recompuso. Era el. Tomó asiento en el sofá contiguo al mió. Parecía cansado. Se quito sus mugrientas botas, se descubrió la cabeza, dejo su flauta sobre mi mesa se acomodó sobre el sofá y aposento sus pies encima de mi mesa.

-¿Maestro es usted?

- Si pequeño, soy yo.

-Pero Maestro… ¡joder! casi me da un patatus, pero…pero, si usted estaba muerto.

-Lo sé, lo sé. Anda tráeme algo para refrescar el gaznate, estas apariciones me dejan la garganta como cuando vagaba por los áridos desiertos de Arizona.

-Maestro, ¿lo quiere solo o con hielo?

Clavó su mirada fijamente en mis ojos y me recorrió un escalofrió por todo el cuerpo que estuve a punto de mearme.

-Aquí lo tiene Maestro su Jack Daniels, doble, sin hielo. Dejo la botella aquí Maestro.

-Pero Maestro me tiene usted desconcertado ¿a que debo el honor de su inesperada aparición?

-Veras pequeño, durante estos días se está hablando mucho y muy mal sobre mi persona. Estoy quedando ante el mundo entero como un vulgar y depravado pajillero y estoy visitando a mis incondicionales para que limpien mi imagen.

-Lo sé Maestro eso me esta haciendo mucho daño a mi. Ya nadie se acuerda de todos los días de gloria que nos hizo pasar delante de nuestro televisor. Peeero…verá Maestro yo soy un ferviente admirador suyo, usted lo sabe, aun conservo como oro en paño un viejo póster de usted caminando por el desierto tocando su flauta. Pero maestro esa imagen de usted en pelotas con la cuerda de la cortina del hotel atada a su polla y a sus manos y metido en un armario, se me ha quedado grabada en la mente. Me resisto a creerla, dígame Maestro que pasó esa noche yo no creo que sea usted un vulgar pajillero de hotel.

-Esa noche acababa de tocar el piano en el hall del hotel, iba un poquito agustito, me subí a la habitación y llame a la pequeña Mayumi, 1,53 metros de verdadera lujuria tomamos unas copas y nos pusimos a jugar… ¡ya sabes! unos cachetes por aquí, unas ligaduras por allá. Total que se le fue la mano a la chikilla. Pero la perdono, ¡Dios sabes que la perdono!

Pequeño, si algún día tienes que morir, hazlo a manos de la pequeña Mayumi, buscala por todo Bangkok, no te arrepentirás. Te puedo asegurar que jamás tanta humedad en una boca, ni tanto amor en una vagina.

-Lo sabía Maestro, ningún monje Shaolin ni mucho menos el viejo y malvado Bill iba a morir mientras se la cascaba con una cuerda atada a su pescuezo y a sus pelotas.

-Por cierto Maestro, me defraudó usted bastante cuando la “pijita” de la Thurman le asestó los cinco toques que hacen explotar el corazón. Esperaba de usted que sacase la Hattori Hanzo y la hiciese mil pedacitos de sushi.

-Jejeje pequeño, no subestimes a la pijita, es de clítoris frió como el mármol, cachea a su novio antes de chuparle la polla y jamás le pude tumbar bebiendo bourbon…la peor combinación para una dama a la que quieras llevar a la cama.

-Bueno pequeño, gracias por tu güisqui, he de seguir mi camino.

-Maestro aun no doy crédito, cuando cuente esto, nadie me creerá. Sepa que aquí tiene un incondicional para lo que se le ofrezca.

Se incorporó del sofá se puso sus botas y agarró su flauta. Me miró, esta vez con una media sonrisa, y me saludó sujetándose su sombrero. Se encaminó hacia el cuadro y como una aspiración traslucida fue entrando en el. Al instante la televisión volvió a encenderse y yo me quede pegado en el sofá escudriñando con la mirada el lugar por donde se sumergió el fugitivo monje shaolin, Kwai Chang Caine o el malísimo Bill, como mas te guste.




1 comentarios:

Anónimo dijo...

Por intentarlo que no quede, siempre me quedaron unas preguntas para Heath Ledger, así que sacare todos sus posters, haré una maratón de sus películas y lo invocare mirando fijamente a un cuadro de la giralda que tengo en el salón, creo que le gustaba mucho Andalucía y el gazpacho.