miércoles, 22 de abril de 2009

Crónica de un borracho sarnoso



¿Cubitos?

Si, gracias, uno, y deje la botella

El primer trago siempre rasca, solo un poco, lo suficiente para que aprietes los dientes.

Tragas rápido. Notas el recorrido desde tu gaznate que pasa por tu traquea y llega a tu esófago, ahí notas ese dulce ardor que lo deja a las puertas de tu estomago. ¡Ya esta!

El segundo trago es menos romántico, esas primeras sensaciones que aunque desagradables a veces tienen su encanto, ya no las encontraras hasta el próximo día. Con este segundo trago apenas rozas tus dientes, exhalas una profunda bocanada del fuego de tu boca y te embarga ese sabor de maderas amargas…Ahgggg.

Miras el vaso al trasluz de los fluorescentes del bar, remueves el resto que queda en el, e ingieres hasta la ultima gota del vaso, el cubito aun sigue ahí, apenas ha perdido su forma cúbica.

Vuelves a llenar tu copa, ahora la miras, sin recrearte demasiado. Trago largo. Ya no haces muecas, los dientes no se aprietan, apenas un ligero chasqueo con los labios y un relamer en su comisura son tu única expresión.

Recargas el vaso. Tu estado de intoxicación aumenta proporcionalmente al estado de relajación de tu cerebro. Notas como el alcohol se desliza por tus papilas gustativas lo abrazas con tu paladar y dejas que se precipite a través de tu garganta.

Ya no hay rastro de aquel sabor de las maderas amargas, la frecuencia de los sorbos aumentan con fluidez, hay una sincronización perfectamente orquestada entre el vaso y tu. En algún momento del santo ritual, pierdes la noción de quien es quien, ahora sois un todo, el vaso y tú formáis parte del mismo ente.

Tú cerebro se alía contigo, ya no advierte de los peligros, ahora te azuza a que sigas…quiere mas, mucho mas. Los movimientos mecánicos, vaso bebedor, bebedor vaso, se suceden a un ritmo frenético. No hay control, en tú horizonte solo esta el resto de la botella que tiene que morir en tú estomago. Tú estomago es lo único que se interpone entre el vaso y tú. Apenas queda líquido en el interior de la botella y tú estomago no quiere seguir. Vas al water te metes los dedos y haces un poco de espacio para que quepa ese ultimo trago.

Se acabó. Misión cumplida. La botella es historia, ahora yace en el fondo de tu estomago y los efluvios del alcohol vagan por tu sangre y se alojan en algún punto de tu cerebro. Te sientes bien, sientes como si pasara delante de ti un cortejo fúnebre y el muerto fueses tú.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ostia yuno que fuerte me he sentido angustiada a mi que me dura un cubalibre 2 horas este tio se bebe una botella de una sentada
la resaca del otro dia sera de miedo, volvera a beber para quitarse la resaca, besos

Mira dijo...

Un pedo muy poético... si señor!!!