martes, 8 de junio de 2010

No cambies nunca


Tengo un amigo.

Uno de esos tíos que le ha librado serias batallas a la vida y ha salido airoso de unas cuantas. También tiene muchas cicatrices, de esas que se “malsuturan” y se cierran en falso. Pero ahí está, aun sostiene con cierta dignidad un gin-tonic entre las manos y no se mea en los pantalones cuando va cargadillo.

Los años le han dado esa especie de serenidad espiritual que solo la mirada de Vicente del Bosque sabe irradiar.

A veces he de aguantar estoicamente sus sinceros comentarios. Un día le dije; Oye tío, no cambies nunca. El muy cabrón se lo tomó como una licencia de impunidad para despellejarme cuando le sale la polla.

El otro día después de echarle una ojeada a este blog me dijo; ¿que coño pretendes escribiendo y perdiendo el tiempo en esa puta bitácora?

Le dije que es una forma de expresión personal, que a veces plasmo o al menos lo intento,  mi punto de vista de las cosas, que es un medio de expresión, nada más.

¿Un medio de expresión?

¡No me jodas, tío!... Tienes 4 lectores que te siguen y lo que ahí pones les importa una puta mierda. Yo también creo en un mundo mejor  donde se reparta justicia sin importar tu estatus ni raza. Somalia, Zimbaue, Haití, toda la puta África negra...bla, bla, bla, ONGES, médicos sin fronteras, UNICEF y su puta madre. La vacuna del sida...bla, bla, bla y donde todas las mujeres estén envueltas en un halo de misterio y vayan locas por ser folladas. Pero querido amigo, abre los ojos no seas gilipollas, ese mundo no lo disfrutaremos, ni tú ni yo. Me cago en el puto Carpe diem.

Así lo resumió todo...y punto.

El año pasado sufrió una recaída. Le dio un “medioinfarto” cuando se estaba follando a una puta barata en el suelo de su cocina. El no suelta prenda, pero lo vieron salir del bar de putas harto de gin-tonics y con más polvo blanco en sus fosas nasales que ese volcán de nombre impronunciable.

Lo tenía que haber machacado por el penoso espectáculo que dio cuando llegó la ambulancia y lo encontraron con los labios amoratados y los calzoncillos cagaos y no, no lo hice, yo también tengo licencia para sincerarme.

Además, ¡que hostias!, el muy cabrón tampoco se meó tan fuera del tiesto.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

No cambies nunca, no.
Y solo añadiré que somos más de 4 los que te leemos, y que por mi parte espero que nunca acabes hasta las pelotas, porque se te echaría mucho de menos.