viernes, 29 de mayo de 2009

Mi hija Hildegart


AURORA

La madrugada del 9 de junio de 1933 Aurora Rodríguez Carballeira empuñaba un revólver en la habitación donde yacía dormida su hija. Pasó un buen rato en el dormitorio sumida en sus cavilaciones y cuando finalmente irrumpió el día y la habitación empezó a llenarse de ruidos comprendió que había llegado el momento de cumplir su propósito.

Aurora nació en El Ferrol en 1890. Era la tercera hija de un matrimonio acomodado. Su padre era abogado y de él guardaba buenos recuerdos. Por el contrario, creía que su madre, ama de casa, era frívola y egoísta, a pesar de que apenas la había conocido porque murió muy joven.

La imagen de infancia que se le quedó grabada con más fuerza tenía por protagonista a la infelicidad de sus padres, de lo cual culpaba a su madre. Por lo que se refiere a sus hermanos, nunca mantuvo buenas relaciones con ellos, a Pepina la consideraba perversa, y al varón, cobarde y aburrido. Así las cosas se fue convirtiendo en una persona introvertida y reflexiva que disfrazaba su carácter con una máscara de violencia y rebeldía, llegó a alardear de no haber sido nunca doblegada por nadie, ni con halagos ni con castigos.

En el colegio recibió una educación básica e incompleta: aprendió a leer, un poco de aritmética, algo de geografía e historia y la parte inevitable para toda jovencita de aquel tiempo: coser, bordar y tocar el piano. Pero a los catorce años, sola en casa por la muerte de su madre y la ausencia de sus hermanos, pudo disfrutar a sus anchas de la biblioteca del padre. Allí se servía de ideas políticas y filosóficas como quien sacia un hambre atroz.

Aurora quedó marcada para siempre por uno de los múltiples casos de los que, como abogado, se ocupaba su padre. Se trataba de la disputa entre una pareja mal avenida que tenía una hija. Querían separarse, y ambos pretendían mantener a la niña consigo. La ley favorecía al marido, y la mujer, para no perder a la chica, decidió quedarse a su lado, aunque sentía una viva repulsión por él. Aquello influyó en Aurora de tal forma que decidió no casarse nunca.

Pero más importante para su futuro, si cabe, fue un suceso extraordinario que hubo de protagonizar. Su hermana tuvo un hijo de soltera, al que dejó en la casa familiar antes de marcharse a Madrid para rehacer su vida. Aurora se hizo cargo del niño con fervor. Entre otras cosas que hacía para divertirle y enseñarle, le sentaba a su lado cuando tocaba el piano.

A los pocos meses el sobrino tocaba con soltura, incluso llegó a superar a su tía y maestra. Con el tiempo llegaría a ser el "Mozart español", el célebre Pepito Arriola, niño prodigio que entusiasmó al mundo a principios de siglo.

La aparición, con su ayuda, de aquel genio le hizo albergar la idea de tener un hijo propio, un hijo al que preparar para una gran tarea preconcebida. Un proyecto único.

Se impuso tener una hija, una hija de su carne y de su espíritu. Quería concebirla sin amor, pasión ni placer, con la colaboración necesaria de un hombre que se ciñera a sus reglas. De esta forma pasó varios años en busca de un candidato que se ajustara al patrón; sano, inteligente, sin prejuicios y que comprendiera la importancia del proyecto.

Creyó encontrarlo en un supuesto marino de 35 años, alto y fuerte, que había regresado de un largo periplo por Suramérica. Aparentemente reunía las características exigidas, y gozaba de un verbo envolvente que la convenció.

Aurora y el marinero tuvieron una serie de encuentros en una casita a las afueras de El Ferrol, que ella relataría sin el menor romanticismo y con su gran frialdad. "Se encontraron" más de veinte tardes. Cuando estuvo segura de haber quedado embarazada se separó del marino y de sus parientes y viajó sola a Madrid. Era la primavera de 1914, y se estableció en la calle del Pilar del barrio de La Guindalera.

Aurora urdió un plan con todo lujo de detalles: daría a luz a una mujer que guiaría a España a un nuevo orden social.


HILDEGART

Aurora dio a luz sin complicaciones, y tuvo la suerte de que, como deseaba, la criatura fuese niña. Desde el primer momento se volcó en su desarrollo físico y mental. A los dos años estaba más alta y desarrollada que todos los niños de su edad.

Hildegart "Jardín de Sabiduría" (en alemán) así llamó a la niña.
Desde el día en que nació, el cultivo de su mente se convierte para Aurora en una obsesión.

Hildegart, lee y escribe al mismo tiempo que aprende a hablar. A la vez que aprende castellano también estudia alemán, inglés y francés. A los once años comienza a dar conferencias y escribe en la revista "Sexualidad", en la sección "higiene sexual". Antes de cumplir los trece años ha terminado el bachillerato con sobresaliente en todas las asignaturas y comienza la carrera de Derecho (con una dispensa por la edad).

A los catorce años se lanza a la lucha que su madre le había previsto. En Enero de 1929 ingresa en la Unión General de Trabajadores (UGT). También ingresa en las Juventudes Socialistas madrileñas. Pocos meses después, publica sus primeros artículos en "El Socialista" y se hace muy popular.

En mayo de 1932 termina Derecho, pero debe esperar a ser mayor de edad para poder ejercer, sólo tiene dieciséis años, así que comienza los estudios de medicina.

En el tema político, desilusionada por la actuación del partido socialista en la Segunda República de España, tiene intención de abandonar el partido pero antes de eso es censurada por su indisciplina, al oponerse en un artículo publicado en "La Libertad", a la candidatura propuesta por el partido. Aprovecha para escribir un libro titulado "¿Se equivocó Marx?" en el que opina que, en cuanto al socialismo en sí, anarquistas y feministas tienen razón al afirmar que los diputados obreros acaban siendo corrompidos por las mismas instituciones burguesas a las que pretenden destruir.

Hildegart, que estudia y conoce las más modernas teorías sobre el comportamiento sexual de la pareja humana, cree que "el problema del sexo se eleva ante las generaciones futuras como el principal problema al que debe buscarse una solución urgente". Se lanza resueltamente a la cruzada en defensa de la mujer. Da conferencias sobre la injusta postergación femenina y la urgencia de un cambio jurídico y ético. Interviene personalmente en las semanas de eugenesia y es cofundadora junto con Gregorio Marañón de la Liga Española para la Reforma Sexual.

Abordó temas que la sociedad española seguía considerando intocables y la participación en la Liga le permite mantener relación por carta con Havelock Ellis, uno de los precursores de la sexología europea,

Paradójicamente, los conocimientos de Hildegart sobre la sexualidad eran teóricos. Su madre despreciaba "el placer animal de la carne" y nunca le permitió intimidad alguna, ni amigos, ni oportunidad de pasar tiempo con un hombre a solas. Havelock Ellis, la llamó "la virgen roja", haciendo referencia a sus tendencias izquierdistas y a su nula experiencia sexual.

Hildegart se hacía mayor, cada vez demandaba más autonomía y seguramente no le faltaban ganas de experimentar la intimidad sexual sobre la que tanto había escrito.

Aurora va desarrollando pensamientos y comportamientos obsesivos; cree en una conspiración internacional que busca arrebatarle la obra de su vida: su hija.

Hildegart era un producto elaborado por su madre, que programó cada detalle de su educación hasta formar una "obra perfecta" tal y como ella misma reconoció. Es entonces cuando Aurora cree que su proyecto está en peligro, por lo que, sin importarle los sentimientos de su hija ni sus éxitos, su prestigio internacional o su brillante carrera política, decide poner fin a su creación.

Con la frialdad de un cirujano, Aurora comprobó el funcionamiento del arma. Acto seguido, disparó a Hildegart sin perder la serenidad en los puntos que había previsto, de acuerdo con el plan preconcebido, buscando la eficacia, evitar el dolor y hasta el producir el menor daño estético posible.
En la sien izquierda. Y luego otra vez, en el mismo sitio. Después le buscó el corazón, y volvió a disparar. La cuarta vez lo hizo casi a bulto, y el proyectil se alojó en el pecho de la chica. Sólo entonces consideró cumplida su misión.

Hildegart murió con tan solo 18 años pero a pesar de su juventud, su intensa producción literaria le permitió dejar trece libros escritos, en los que defendió en particular la igualdad de mujeres y hombres y, especialmente, la libertad sexual y reproductiva.


1 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante, te felicito por el articulo, se ve que tiene sus horas de trabajo y el resultado ha sido excelente.