El bar del Juanito es pequeño, tiene bastante de decadente pero es acogedor.
Es un bar en la carretera principal del pueblo, el más frecuentado de los tres que coexisten en la zona. Con las primeras calores primaverales Juanito saca a la calle unas cuantas mesas metalicas donde pasaran ahí el resto del verano.
El bar del Juanito se nutre de una variopinta y variada clientela. A las 7 de la mañana Juanito, siempre puntual como las campanadas de la iglesia, alza la persiana del bar donde pasará la mayor parte del día.
Lo primero que ves al entrar, son unas mesas de formica y patas metálicas en forma de cono, desgastadas por las innumerables partidas de dominó que se han jugado en ellas. En los tiempos de bonanza del bar, se organizaban campeonatos. Juanito luce con orgullo en una de sus repisas del bar algunas copas robinadas y polvorientas de cuando (según el) aún era capaz de pegar tres polvos sin sacarla
Un poster del FC Barcelona de la temporada 80/81 preside una de las paredes, un poster con aquel equipo que ganó la copa del rey ese año, el año del secuestro de Quini, el año que llego el Nibelungo Bernardo Schuster y que tantos días de gloria dio a la afición blaugrana. Algunos autografos desgastados por los años se dejan ver en el poster amarillento,”tarzan” Migueli, el “lobo” Carrasco, el “boqueron Esteban”.
A los pocos minutos de abrir le llegan sus primeros clientes. Hombres vestidos con sus indumentarias de trabajo y sus zapatos de puntera reforzada de acero, esos que desayunan carajillos de magno y una “barrecha” (cazalla y moscatel) esos que tienen las manos embrutecidas por el cemento y los ladrillos y el rostro curtido por el sol a la intemperie, ¡Juanito mamón!, le dice Carmelo el pintor, a ver si le cambias el turno a la Ucraniana y la pones por las mañanas.
La Ucraniana, que en realidad es Chechena, apareció una tarde por el bar de Juanito. Llegó en un estado lamentable embarazada de siete meses y hambrienta. Pidió un café con leche por señas y ahí paso toda la tarde y la noche. Cuando Juanito decidió cerrar el bar la invitó a salir pero ella le hizo saber que no tenia donde ir. Juanito hombre de rancio carácter y gran corazón le dejó dormir esa noche en la trastienda del bar, esa noche, la otra y la otra.
La Ucraniana había llegado a España huyendo del conflicto Checheno con Rusia. Su marido había sido acribillado a balazos en una escaramuza en San Petersburgo tres semanas antes. El FSD (Servicio Federal de Seguridad de la Federación Rusa) tenía órdenes estrictas de derruir todas las casas de los rebeldes Chechenos que capturasen o abatiesen. Sus mujeres eran violadas o asesinadas por los soldados soviéticos. La Ucraniana pudo escapar al ejercito ruso y tras un agónico viaje cruzando media Europa; Bielorrusia, Polonia, Alemania, Francia llegó a Cataluña donde pensaba recuperarse y proseguir su camino hacia Portugal, allí, miembros exiliados de las milicias rebeldes Chechenas le proporcionarían papeles, alojamiento y algún precario empleo
Juanito no es un hombre mujeriego. Cuando le pica mucho el nabo se va a la casa de la Susi (El pelicano rosa) y ahí descarga gran parte de su frustración por lo que pudo haber sido y no fue y libera sus cojones de testosterona.
A Juanito los viejos del lugar solo le conocen un amor en su vida. Cuentan, que tenía serios planes para casarse y formar una familia con una chica del pueblo. Lo llamaron a filas y cumplió con su deber como patriota, veintidós meses. Recién licenciado con su petate y 3000 pesetas en el bolsillo regresó al pueblo. Antes de llegar a casa quiso tomar unos vinos con un primo hermano que vivía dos calles más abajo. Lo encontró con las orejas hundidas en los muslos de su novia y con el culo mirando hacia el. Nunca más tuvo relación con mujer alguna que no fuera de la casa de la Susi.
Ahora la Ucraniana es la que ameniza y ha realzado el negocio de Juanito. Ella llega poco antes de las 10 de la mañana después de llevar a su hijo al colegio, prepara los desayunos o almuerzos de los que sí toman alimentos sólidos. Más tarde las comidas y se va a descansar un poco. La Ucraniana domina perfectamente nuestra comida, los miércoles prepara callos con garbanzos, tienen tanto éxito que las mujeres del pueblo la han propuesto para que las represente en los concursos gastronomitos de la provincia.
A eso de las 6 de la tarde regresa, pero ya de otra guisa. La Ucraniana ronda algunos años más de la treintena, tiene una alborotada melena ocre claro y unas de las mejores tetas de la comarca. Adorna de velas algunos puntos estratégicos del bar y baja ligeramente la luz de las viejas lámparas que cuelgan de los techos desconchados
Es un regalo para la vista ver como se aproxima a la barra blandiendo la botella de anís y llenándote la copa. Yo le miro el escote, el canalillo que siempre luce provocadora, no se molesta, me mira mientras deja caer el chorro de la botella sobre la copa, sabe que no solo miro, sino que la admiro, a ella, su odisea y su abnegado agradecimiento al hombre que la rescató de un futuro incierto. Cuando se vuelve para dejar la botella en la estantería no puedo dejar de mirarle su culo, la deposita en la ultima de arriba tiene que empinar ligeramente sus pies para dejarla y la estampa que presenta esa imagen es digna de que pintores y retratistas la plasmen en lienzos y empapelen de papel fotográfico y telas todas las galerías de arte del país.
Ahora al bar de Juanito viene clientela de todos los pueblos de los alrededores cercanos. El sigue igual, sigue con su misma rutina, no ha alterado en nada sus hábitos, peina con el mismo look su pelo grasiento y escaso, se lo acomoda de la misma manera que lo ha hecho en los últimos 25 años. Juanito aunque es parco en palabras es hábil y ligero de mente, sabe que el mismo viento de aquel otoño de hace cinco años que trajo a la Ucraniana a su bar, ese mismo viento o una ligera brisa de verano se la llevará, porque Juanito sabe que esas hermosas aves de colorido cegador y enormes alas, no han nacido para vivir enjauladas.
Es un bar en la carretera principal del pueblo, el más frecuentado de los tres que coexisten en la zona. Con las primeras calores primaverales Juanito saca a la calle unas cuantas mesas metalicas donde pasaran ahí el resto del verano.
El bar del Juanito se nutre de una variopinta y variada clientela. A las 7 de la mañana Juanito, siempre puntual como las campanadas de la iglesia, alza la persiana del bar donde pasará la mayor parte del día.
Lo primero que ves al entrar, son unas mesas de formica y patas metálicas en forma de cono, desgastadas por las innumerables partidas de dominó que se han jugado en ellas. En los tiempos de bonanza del bar, se organizaban campeonatos. Juanito luce con orgullo en una de sus repisas del bar algunas copas robinadas y polvorientas de cuando (según el) aún era capaz de pegar tres polvos sin sacarla
Un poster del FC Barcelona de la temporada 80/81 preside una de las paredes, un poster con aquel equipo que ganó la copa del rey ese año, el año del secuestro de Quini, el año que llego el Nibelungo Bernardo Schuster y que tantos días de gloria dio a la afición blaugrana. Algunos autografos desgastados por los años se dejan ver en el poster amarillento,”tarzan” Migueli, el “lobo” Carrasco, el “boqueron Esteban”.
A los pocos minutos de abrir le llegan sus primeros clientes. Hombres vestidos con sus indumentarias de trabajo y sus zapatos de puntera reforzada de acero, esos que desayunan carajillos de magno y una “barrecha” (cazalla y moscatel) esos que tienen las manos embrutecidas por el cemento y los ladrillos y el rostro curtido por el sol a la intemperie, ¡Juanito mamón!, le dice Carmelo el pintor, a ver si le cambias el turno a la Ucraniana y la pones por las mañanas.
La Ucraniana, que en realidad es Chechena, apareció una tarde por el bar de Juanito. Llegó en un estado lamentable embarazada de siete meses y hambrienta. Pidió un café con leche por señas y ahí paso toda la tarde y la noche. Cuando Juanito decidió cerrar el bar la invitó a salir pero ella le hizo saber que no tenia donde ir. Juanito hombre de rancio carácter y gran corazón le dejó dormir esa noche en la trastienda del bar, esa noche, la otra y la otra.
La Ucraniana había llegado a España huyendo del conflicto Checheno con Rusia. Su marido había sido acribillado a balazos en una escaramuza en San Petersburgo tres semanas antes. El FSD (Servicio Federal de Seguridad de la Federación Rusa) tenía órdenes estrictas de derruir todas las casas de los rebeldes Chechenos que capturasen o abatiesen. Sus mujeres eran violadas o asesinadas por los soldados soviéticos. La Ucraniana pudo escapar al ejercito ruso y tras un agónico viaje cruzando media Europa; Bielorrusia, Polonia, Alemania, Francia llegó a Cataluña donde pensaba recuperarse y proseguir su camino hacia Portugal, allí, miembros exiliados de las milicias rebeldes Chechenas le proporcionarían papeles, alojamiento y algún precario empleo
Juanito no es un hombre mujeriego. Cuando le pica mucho el nabo se va a la casa de la Susi (El pelicano rosa) y ahí descarga gran parte de su frustración por lo que pudo haber sido y no fue y libera sus cojones de testosterona.
A Juanito los viejos del lugar solo le conocen un amor en su vida. Cuentan, que tenía serios planes para casarse y formar una familia con una chica del pueblo. Lo llamaron a filas y cumplió con su deber como patriota, veintidós meses. Recién licenciado con su petate y 3000 pesetas en el bolsillo regresó al pueblo. Antes de llegar a casa quiso tomar unos vinos con un primo hermano que vivía dos calles más abajo. Lo encontró con las orejas hundidas en los muslos de su novia y con el culo mirando hacia el. Nunca más tuvo relación con mujer alguna que no fuera de la casa de la Susi.
Ahora la Ucraniana es la que ameniza y ha realzado el negocio de Juanito. Ella llega poco antes de las 10 de la mañana después de llevar a su hijo al colegio, prepara los desayunos o almuerzos de los que sí toman alimentos sólidos. Más tarde las comidas y se va a descansar un poco. La Ucraniana domina perfectamente nuestra comida, los miércoles prepara callos con garbanzos, tienen tanto éxito que las mujeres del pueblo la han propuesto para que las represente en los concursos gastronomitos de la provincia.
A eso de las 6 de la tarde regresa, pero ya de otra guisa. La Ucraniana ronda algunos años más de la treintena, tiene una alborotada melena ocre claro y unas de las mejores tetas de la comarca. Adorna de velas algunos puntos estratégicos del bar y baja ligeramente la luz de las viejas lámparas que cuelgan de los techos desconchados
Es un regalo para la vista ver como se aproxima a la barra blandiendo la botella de anís y llenándote la copa. Yo le miro el escote, el canalillo que siempre luce provocadora, no se molesta, me mira mientras deja caer el chorro de la botella sobre la copa, sabe que no solo miro, sino que la admiro, a ella, su odisea y su abnegado agradecimiento al hombre que la rescató de un futuro incierto. Cuando se vuelve para dejar la botella en la estantería no puedo dejar de mirarle su culo, la deposita en la ultima de arriba tiene que empinar ligeramente sus pies para dejarla y la estampa que presenta esa imagen es digna de que pintores y retratistas la plasmen en lienzos y empapelen de papel fotográfico y telas todas las galerías de arte del país.
Ahora al bar de Juanito viene clientela de todos los pueblos de los alrededores cercanos. El sigue igual, sigue con su misma rutina, no ha alterado en nada sus hábitos, peina con el mismo look su pelo grasiento y escaso, se lo acomoda de la misma manera que lo ha hecho en los últimos 25 años. Juanito aunque es parco en palabras es hábil y ligero de mente, sabe que el mismo viento de aquel otoño de hace cinco años que trajo a la Ucraniana a su bar, ese mismo viento o una ligera brisa de verano se la llevará, porque Juanito sabe que esas hermosas aves de colorido cegador y enormes alas, no han nacido para vivir enjauladas.
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