Ayer fui de compras a un centro comercial.
Ya sabéis, uno de esos macrocentros comerciales que uno podría quedarse a vivir toda la vida sin necesidad de salir al exterior, donde "il capo" de la industria textil, el bueno de Don Amancio Ortega copa las mejores enclavaciones y domina desde su atalaya a sus mediocres competidores.
Recuerdo cuando para entrar de dependiente en el sector textil, poco menos que te exigían tener la presencia de un feligrés mormón. Limpio, aséptico, bien afeitado, inmaculadamente vestido y de verbo pulcro y agradable.
Hoy ya no es así.
Hoy, un vendedor de esa catadura solo seria valido para alguna tienda de ortopedia o presentador del tiempo de TV3.
Si amigos, el vendedor de hoy es una especie de seudo pandillero tatuado con la cara llena de incrustaciones metálicas, lóbulos de las orejas con arandelas de madera dilatadoras y su porte está entre lánguido/bucólico desganado y, con un más que notable ramalazo de locaza fashionista.
Pero estos signos de imagen externos no son más que una consecuencia de la evolución de las modas y la adaptación del vendedor a su clientela, luego, renovarse o morir.
El vendedor no solo ha de proporcionarte información sobre el producto que quieres adquirir y venderte sus bondades (por cierto nunca lo hace. Le preguntas; ¿tienes una talla más de este pantalón?...la respuesta siempre es la misma;-si no esta ahí no la tenemos, vete pasando... el camión me llega los miércoles-) sino que el propio vendedor pasa a formar parte del escaparate y el espejo donde mirarte. Con su imagen te vende las últimas tendencias.
Tu razonamiento es lógico; si este chico que está puestísimo en moda viste de esa guisa, luego, eso que él lleva, la imagen que él luce será de lo mas "in" o lo mas "fashion", ¿no?
Jamás vi tantas rajas de culos, tantas bragas y tanto calzoncillo.
Rajas de culos grandes, culos pequeños, culos peludos, depilados, de piel blanca, morenos...prácticamente me atrevería a afirmar que les vi la raja del culo a todos los dependientes y dependientas de esa gran superficie.
Me pregunto en que momento enseñar la raja del culo pasó de ser exclusividad de Homer Simpson y obreros de la construcción a convertirse en unas señas de identidad de; modernos, posmodernos y hasta señoras...de edad avanzada.
Amigo mió, ni se te ocurra salir a la calle con un pantalón que te sobrepase las caderas, serás el hazmerreír de esas modernas tribus urbanas que se enfundan los pantalones a la altura del final de sus muslos. Ya no dejan al descubierto la franja de la marca del calzoncillo, no, lo que ahora se deja ver es la practica totalidad del calzoncillo o su culo y los ves deambular por la tienda al ritmo de pasitos de geisha porque sus pantalones les impiden alargar la zancada.
Los pantalones de tiro bajo no nacieron en esta década, ni si quiera en la otra ni en la otra, esta moda es muy antigua. Enseñar esa pequeña hucha de las vanidades tampoco es sinónimo de modernidad sino de gilipollez colectiva. Que se te vea ligeramente la raja de tu culo o la gomilla de tus bragas por un movimiento fortuito tiene su aquel, pero ir enseñándola como el complemento de una estética que marcan las multinacionales de la moda es de imbéciles.
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